No queremos “monstruorizar” las emociones. La rabia no tiene por qué ser roja ni la tristeza azul.

Todo el mundo habla de las emociones: identificarlas, nombrarlas… pero, ¿sabes qué ocurre en tu cuerpo con cada una de ellas? Cuando leas este artículo, sabrás qué reacciones experimentas, dónde se concentra la energía… y te vendrá bien a ti y para ayudar a tus peques.

Una niña llega a sesión. No se siente bien y no tiene muy claro cómo se siente exactamente, no sabe expresarlo con palabras. Toca respirar profundo y ponerse a tope para observar cualquier microseñal: en el rostro, posición del cuerpo, cómo se mueve, tono y volumen de voz… Sólo así podremos acompañarla durante la sesión. Si se siente triste, irritable, apática, enfadada o si tiene una barullo de varios… determinará lo que necesita y cómo lo trataremos.

¿Sabes qué partes del cuerpo activa cada emoción?

Sabemos que sentir las diferentes emociones implica reacciones de nuestro cuerpo muy distintas: mientras que con la ira tendemos a acercarnos a lo que causa esa emoción, en el miedo nos paralizamos o nos alejamos de ello. En la ira y el miedo, se acelera el ritmo cardiaco preparándonos para el movimiento. En la ira aumenta el flujo sanguíneo en la mitad superior del cuerpo y sobre todo en las manos, calentándolas y preparándolas para golpear lo que nos ha causado esa emoción. En el miedo nos llega más sangre a los pies y a las piernas para prepararnos y huir. Con el miedo y la ira sudamos más y nuestra respiración es más superficial y rápida, sobre todo cuando son intensos.
En la ansiedad se activa nuestro tronco, sobre todo la zona del pecho y estómago. La vergüenza activa nuestra cabeza y un poco el torso. En la tristeza solemos tener una pérdida del tono muscular, nos cuesta mucho actuar y tendemos a mirar hacia el suelo. En la sorpresa nos quedamos parados unos momentos y prestamos atención a lo que nos ha despertado esa emoción y en el placer solemos acercarnos a lo que nos gusta. La felicidad activa todo el cuerpo.
También se producen unos cambios fisiológicos internos que generan indicadores visibles como: sudoración, respiración. Y hay otros cambios invisibles como la actividad cardiaca y la temperatura de la piel.

¿Qué necesita cada peque para liberar la energía después de experimentar una emoción intensa?

Necesitamos tratar en sesión el “exceso” de energía que se queda en nuestro organismo.
Necesitamos conocer esas respuestas y saber dónde se genera ese “exceso” de energía en emociones como la rabia, el enfado, la ira, el asco, la vergüenza, la ansiedad… Es importante hacer algo con ello. Se acumula en nuestro organismo cuando sentimos esas emociones y hay que sacarlo, volcarlo, empujarlo, tirarlo… según necesite cada paciente. Con la tristeza, suele necesitar más acunarse, abrazarse, volver a conectarse y moverse a poquitos… y ahí estamos nosotras para acompañar…

Muchas veces ocurre que cuando en la familia notamos que a un peque le ocurre algo, preguntamos y preguntamos qué le pasa, si le ha ocurrido algo… pero no es tan fácil, si nuestrxs peques nos hablaran abiertamente de todas las situaciones de conflicto, qué cómodas serían las sesiones! Así que toca estar cerquita, acompañar y permitirles expresarlo y sacarlo cómo quieran.
Arrastrar, empujar, soltar, aplastar, patear… son ejercicios que utilizamos cuando hay emociones de enfado.

Arrastrar, empujar, soltar, aplastar, patear… son ejercicios que utilizamos cuando hay emociones de enfado.

¿Cómo nos puede ayudar toda esta información en nuestro día a día?
Algunas de las conclusiones que podemos sacar de lo anterior, es que cuando una niña o niño está triste no le hacemos ningún favor si le pedimos que haga alguna acción que implique mucho movimiento o energía. Un ejemplo muy cotidiano: María acaba de suspender un examen y está “plof”, no tiene muchas ganas de nada… pero llega su padre y se sienta a su lado para “ayudarle” a estudiar para el siguiente examen. ¿Crees realmente que es lo que María necesita ahora? ¿Cuántas veces sobrepasamos los ritmos de nuestrxs hijxs, sus tiempos de recuperación, su regulación tan necesaria para poder continuar? Y eso lleva a que acaben quemados, totalmente churruscados!

Y cuando estamos enfadadxs (en cualquiera de sus grados), nos vendrá muy bien volcar esa energía acumulada en piernas y pies a través de algo que implique movimiento y que nos permita “soltar”: desde saltar en una cama elástica, a dar patadas a algo que nos ofrezca resistencia, o golpear… en función de los gustos de cada cual.

Ya sabemos que todas las emociones tienen su intención positiva. Todas son funcionales: la tristeza busca el apoyo y cuidado de los demás, nos enfadamos cuando alguien nos ha impedido alcanzar nuestro objetivo, cuando nos han invadido nuestro espacio… y es una manera de mostrar al resto que necesitamos un tiempo “para nosotros”, un lugar seguro, una actitud de comprensión… y lo patológico no es mostrar estas emociones, si no esconderlas debajo de la alfombra de entrada a casa.